domingo, 28 de diciembre de 2014

Material de apoyo para el duelo

v Libros

  • Grief and children. - William Worden.
  • Cómo ayudar a los niños a afrontar la pérdida de un ser querido (Manual para adultos) -  William Kroen.
  • Aprender de la pérdida Una guía para afrontar el duelo - Robert A. Neimeyer
  • El duelo y la muerte: el tratamiento de la perdida -  Lelia Nomen Martin
  • La muerte y su didáctica – Mar Cortina
o   ¿Dónde está el abuelo?  -  Mar  Cortina
o   El niño de las estrellas  -  Patrik Somers
o   Cuando estoy triste ante la pérdida de un ser querido  -  Michaelene Mundy
o   El cuento de Thumpy  -  Nancy Dodge
o   Julia tiene una estrella  -  Eduard Jose
o   Mamá  -  Iñaki Zubeldia
o   No es fácil, pequeña ardilla  -  Elisa Ramón
o   Para siempre  -  Alan Ducant
o   Te echo de menos  -  Paul Verrept
o   Daddy’s Climbing Tree  -  C. S. Adler
o   It´s O.K. to Cry  -  Leone Anderson
o   Nonna  -  Jennifer Bartoli
o   Holding Together  -  Penelope Jones
o   I´ll MissYou, Mr. Hooper  -  Norman Stiles
o   The Tenth Good Thing about Barney  -  Judith Viorst
o   Guiding your child through grief  -  M. A. Emswiler y J. P. Emswiler
o   Helping children cope with grief. Focus on Pre-K&K  -  N. Hogan
o   Children and grief. How parents can help in times of loss. Parent and Preschooler Newsletter  -  H. Shaw

v Webs

o   http://kidshealth.org/

v Direcciones útiles
o   Grupo de apoyo Elisabeth Kübler-Ross en España. Lista de Coreos- 08180, Moia
o   Asociación de Mutua Ayuda ante el Duelo (AMAD)  www.amad.es
Centro Cultural Galileo
Fernando el Católico, 35   Madrid       















Mitos del duelo

Mito 1: no te sientas mal

Como sociedad, es una respuesta que aparece inmediatamente ante situaciones como puede ser la muerte de alguien. Por ejemplo, decirle al hijo de una anciana que acaba de fallecer: “No te sientas mal, vivió una larga vida”, o “No te sientas mal, al menos no sufrió”.
No hacemos este tipo de comentarios habiéndolos analizado detenida y objetivamente, ya que nos daríamos cuenta que en realidad no son un consuelo para alguien que acaba de sufrir una pérdida, porque el sufrimiento está ahí, es una respuesta natural, y con ese comentario lo que transmitimos es que no debería ser así, que ese sentimiento debe cesar o, al menos, no expresarse.

Si es un tipo de expresión que usamos comúnmente, es muy probable que los niños la hayan escuchado, o incluso que los propios padres, al comunicar la muerte, la hayan usado. De esta forma, en lugar de animarlos a hablar sobre sus dudas o expresar sus sentimientos, alentamos que los niños entren en contradicción con su propia naturaleza.

Que las personas que nos quieren deseen que no nos sintamos mal es un sentimiento bonito y una buena intención, pero la realidad es que hay situaciones en las que tenemos derecho a sentirnos mal.
Si cuando nos ocurre algo bueno es aceptable sentirnos contentos, debería ser igualmente aceptable sentir pena o dolor cuando es algo malo lo que nos ocurre. Son sentimientos naturales ante un suceso, que nos permiten expresar lo que sentimos ante algo que ha ocurrido, es decir, es una consecuencia adaptativa.

No debemos identificar un sentimiento desagradable con un sentimiento negativo. Nadie quiere sentirse triste, pero eso no significa que estar triste sea algo malo.


Mito 2: Reemplaza la pérdida

Otra de las grandes ideas extendidas sobre el dolor es que éste se puede mitigar tratando de sustituir el objeto perdido (sea o no un objeto) por otro nuevo.
Esta forma de hacer frente al dolor niega la importancia entre el niño y el objeto/mascota o persona perdida. Además, introduce la idea de que las relaciones significativas son algo pasajero y reemplazables, y crea la ilusión de que la relación establecida anteriormente se puede crear nuevamente con un objeto diferente. 

Este suele ser el caso de los juguetes o las mascotas, donde los padres, si se pierde, rompe o muere, consuelan al niño con la idea de que no deben sufrir porque pronto tendrás un juguete o mascota nuevos.

Las relaciones con personas, animales, e incluso con objetos queridos, son únicas. Puede haber parecidos o similitudes, pero nunca son idénticas, y por lo tanto, no son reemplazables. Sí es posible crear una nueva relación con ese nuevo objeto, pero para ello primero hay que completar la relación con el objeto perdido.

En el caso de que esta idea arraigue, los niños llegarán a adolescentes con ella, y la generalizarán o se la manifestarán ante otro tipo de pérdidas de relaciones, como puede ser una ruptura sentimental. La frase “Hay muchos peces en el mar” se repite en gran parte de los discursos de padres cuyos hijos están tristes por haber terminado una relación a esta edad.
Se transmite así la idea de “No te sientas mal…búscate una nueva novia”, igual que antes reemplazaban una bicicleta rota por otra nueva o un perro muerto por un cachorro nuevo.

La razón de que esta idea esté tan extendida es prolongación del mito anterior, ya que de lo que se trata al sustituir la relación anterior por una nueva es tapar el dolor, que no se manifieste, “curarlo”.


mito 3: sufre a solas

La idea de que es mejor sufrir estando solo tampoco es necesariamente adecuada. Puede que haya personas que necesiten pasar momentos a solas para asimilar el dolor o pensar, pero eso no significa que debamos mantenernos alejados cuando alguien sufre.
Si una persona que acaba de sufrir una pérdida desea estar sola, lo manifestará, pero no podemos asumir que mantener la distancia es lo apropiado en cualquier caso o lo más beneficioso.

La señal que contradice esta idea es evolutiva. Cuando un bebé tiene cualquier tipo de incomodidad llora para pedir ayuda, comunican la necesidad de que alguien acuda a ayudar. Y en la esencia de la respuesta de los padres que acuden está la idea de que el niño no está solo.

Lo que transmitimos a los niños con frases como: “Si vas a llorar vete a tu habitación” es que expresar emociones está mal, llorar se castiga con rechazo. Esto nos remite una vez más al primer mito: no te sientas mal.
Las personas sufren solas por miedo a ser juzgadas o criticadas por esos sentimientos que “no deberían tener”, por miedo a no recibir apoyo y comprensión.


mito 4: sé fuerte

La base de este mito es la idea de que ser fuerte es un sinónimo de no mostrar nuestras emociones ante los demás, y especialmente delante de los niños. Ante una crisis hay que ser fuerte “por los niños” o “por otros”.
Si nos guiamos por esta definición de fortaleza habremos de elegir entre ser fuerte o ser humano, puesto que sentir es parte de nuestra naturaleza, y esos sentimientos implican una serie de conductas o expresiones, como son reír o llorar.
  
Sin embargo, es posible ser humano y llevar a cabo tareas que parecen imposibles o abrumadoras, que requieren fuerza, una fuerza entendida como la demostración natural de las emociones. La expresión adecuada de emociones ahorra energía para hacer frente a la vida al liberarla en el momento apropiado.
La alternativa es contener los sentimientos, lo que produce explosiones.


mito 5: mantente ocupado

Mantenerse ocupado en un momento de duelo puede constituir una ilusión peligrosa porque, además de fatigar, lleva a la conclusión de que con el pasar de los días y meses se ha hecho algo constructivo para elaborar el duelo.
Sin embargo, lo que se consigue con la actividad constante es distraer a la persona, de forma que no siente el dolor de la pérdida porque ha ido postergando las emociones por no tener tiempo para ellas.

El problema es que las emociones causadas por una situación dolorosa o apenante no se desvanecen fácilmente. El dolor se mantiene y reaparece en el momento en que la persona activa se detiene.

En algunos casos, sobre todo en lo que concierne a los niños, esta actividad no se produce para paliar el dolor de forma consciente.
Un ejemplo de esto es el caso del colegio. Una de las reacciones que se han nombrado como habituales ante una pérdida es la bajada en el rendimiento debido a la pena y la preocupación. Esto que se podría comprender en un adulto, en un niño se considera un problema disciplinario, porque no está cumpliendo con su deber escolar. La consecuencia es un castigo, que lleva al niño a retomar su actividad y rendimiento habitual, con lo que no termina de expresar sus sentimientos o de llevar a cabo alguna de las tareas del duelo.

Otra vía para llegar a que un niño presente una conducta problemática o excesiva es la falta de escucha a la que son sometidos cuando intentan hablar de los sentimientos que manifiestan en relación con el duelo. Todas las formas de evitación que se les transmiten (no te sientas mal, tienes que ser fuerte, mantente ocupado) derivan en que los niños abandonan sus intentos de comunicación y sepultan sus sentimientos.
Esos sentimientos que no llegan a salir o a reconocerse generan una energía que necesitan liberar, por lo que comienzan a desarrollar problemas de conducta.


mito 6: el tiempo lo cura todo

Esta idea se basa parcialmente en la realidad, ya que la recuperación de una pérdida necesita tiempo. Pero no se deben confundir ambas ideas: sanar una herida lleva tiempo, pero no es el tiempo el que cura la herida.
La idea nace de que, según nos vamos acomodando a la nueva situación y aceptamos la realidad de la pérdida, parte del dolor disminuye de forma natural, por lo que asociamos esa disminución del dolor al tiempo transcurrido.




Un ejemplo claro del arraigamiento de estos mitos en nuestra sociedad es la baja por fallecimiento de un familiar. Mientras que para curar un brazo roto se obtiene una baja de entre cuatro y seis semanas, con un beneplácito común (la gente firma en la escayola y comprende la necesidad de ese tiempo de baja); cuando se trata de manejar la muerte de alguien, y los sentimientos que esa muerte produce, el tiempo aceptado son tres días.
Se espera además que la vuelta al trabajo sea con pleno rendimiento y buen estado de ánimo, porque al fin y al cabo, es el tiempo el que va a curar esos sentimientos y mientras hay que mantenerse ocupado y ser fuerte.

Esto que se aplica a los adultos es igualmente esperable en el caso de los niños, con el estigma añadido de que se espera que un niño sea alegre y animoso, sea cual sea la situación, porque los niños no deben pasarlo mal. Y si lo hacen, les damos tareas para mantenerlos ocupados, le quitamos importancia o castigamos su pena con rechazo.

Todos estos mitos, se transmiten en forma de frases hechas, una de las cosas que se deben evitar al acompañar a una persona que sufre por una pérdida. Otras de las actitudes que no ayudan a la persona en duelo son:

§  El duelo se supera: el duelo nunca se supera, porque no es algo que se cure, sino que la persona se recupera porque acepta la pérdida, pero no olvida a la persona fallecida y pasará por momentos difíciles en fechas señaladas, donde el recuerdo es más intenso.
§  Empeñarse en animar o tranquilizar al niño: hay que escuchar lo que el niño intenta expresar, animar a que lo haga, y tratar de animar o tranquilizar rechazan esa comunicación.
§  Quitarle importancia a lo sucedido hablando de lo que aún queda y de las cosas por las que debería estar agradecido (“Deberías dar gracias, tú al menos sigues vivo”..)
§  Decirle lo que tiene que hacer o cómo debería sentirse (“Deberías salir más”…)
§  Sé cómo te sientes”: el duelo es un proceso individual y personal, nadie sabe exactamente por lo que está pasando o sintiendo otra persona.
§  La intensidad y la duración del duelo son pruebas de amor al difunto: el duelo es un proceso individual y personal y una duración y una intensidad excesivas podrían ser señal de un duelo patológico. Elaborar el duelo implica recuperarse, no olvidar, por lo que continuar con la vida no significa dejar de querer o querer menos.
§  El duelo sólo afecta psicológicamente: el duelo supone una serie de reacciones físicas, como insomnio, problemas de alimentación…algunas de ellas como resultado de los síntomas psicológicos
§  Los niños no se dan cuenta de lo que sucede tras una pérdida
§  Los niños y adolescentes no elaboran el duelo
§  Los adultos debemos protegerlos del dolor y el sufrimiento: la protección tal y como se plantea aquí se entiende como exclusión,  los niños la viven como abandono y soledad. Lo que se debe hacer para protegerlos mejor es incorporarlos a los procesos familiares (afrontar la situación como una familia).
§  Es mejor no incorporar a los niños en los rituales: los niños tienen la capacidad de comprender los rituales si se los explicamos, y participar en ellos les da sensación de inclusión, de acompañamiento y facilita la expresión de emociones. Les ayuda a ver qué ocurre con el fallecido, a aceptar la realidad de la pérdida y a experimentar el apoyo social.
Acudir a uno de los rituales es decisión del niño, que se considere algo beneficioso sólo afecta al hecho de que nos acompañe si es su deseo, no a que haya que hacerles pasar por ello obligatoriamente.




Espero que ayude. Y ya sabéis, si tenéis alguna duda o comentario, no dudéis en escribir en el espacio de comentarios o al correo! psicologiacreciendo@gmail.com


Higinia Fernández Peña
 www.psicologiacreciendo.com

Cómo acompañar a un niño que ha sufrido una pérdida

Cada persona tiene sus propios mecanismos para enfrentarse al dolor, y cuando el niño pasa del duelo a la curación, necesita un cuidado continuado, alguien que le acompañe en la experiencia, con quien  se sienta libre de expresarse y descargar sus sentimientos.

Como ya se ha señalado, el proceso de cómo reaccionan los niños ante una muerte y cómo superan el duelo suele estar influido por el comportamiento de los adultos que lo rodean.
Por ello, hay una serie de recomendaciones para esas personas de su entorno, de forma que el niño pueda elaborar el duelo de la mejor horma posible:

§ Obtener información y leerla sobre la cultura del duelo y el luto, para establecer una ayuda positiva. Incluso leed un libro juntos sobre el dolor y el duelo.

§ Normalizar la situación.

§ Educar en el duelo.

§ Permitir que hable de la persona fallecida.

§ Mantener la rutina de vida, para crear estabilidad al niño.

§ Saber usar el silencio para escuchar sin más, sin aconsejar, simplemente dejar al niño descargarse emocionalmente.

§ Estar siempre dispuesto a escuchar los sentimientos que conlleva el abatimiento del duelo: rabia, dolor, tristeza, soledad…

§ Tomar la iniciativa y llamar o buscar al niño en vez de esperar a que él lo haga.

§ Apoyar al niño a que exprese sus sentimientos de dolor y tristeza por la pérdida y permanecer a su lado mientras lo hace.

§ Respetar (aunque no se comparta) las formas de expresar el dolor y de recuperarse del niño.

§ Apoyar la realización de cualquier actividad para mantener la salud y prevenir enfermedades durante el duelo, donde las defensas están más bajas.

§ Mantener el contacto de comunicación establecido aunque hayan pasado los primeros días o semanas.

§ Dedícales un tiempo

§ Permanece a su lado

§ Deja que los demás te ayuden

§ Abandona las ideas preconcebidas sobre cómo los niños deben llorar la muerte de un ser querido.

§ Recurre a un grupo de apoyo.

§ Estar alerta para diferenciar cualquier reacción que pueda llevar a pensar que el niño necesita ayuda profesional: llorar en exceso durante largos períodos, rabietas frecuentes y prolongadas, cambios extremos en la conducta, patentes cambios en el rendimiento escolar y las notas, retraerse durante largos periodos de tiempo, falta de interés por los amigos y las actividades que solían gustarle, frecuentes pesadillas y problemas de sueño, dolencias físicas como frecuentes dolores de cabeza, pérdida de peso, apatía, insensibilidad y falta general de interés por la vida y pensar negativamente en el futuro durante mucho tiempo o no interesarse por él.


El libro de Alan Wolfelt, “Consejos para niños ante el significado de la muerte”, se dirige a niños entre 6 y 12 años en duelo, proponiendo 100 consejos o ideas para que ellos mismo se ayuden durante una etapa de duelo.
Podríamos resumir estas ideas en varios grupos según los tipos de consejos:

§ Entender lo que significa duelo
§ Respetar el duelo
§ Derechos del niño en duelo (a reír, a sentirse contento, a estar triste, a llorar…)
§ Formas de expresar el dolor (llorar, dibujar, rezar…)
§ Ser paciente con uno mismo (hay días especiales donde el dolor vuelve con más fuerza…)
§ Valoración del presente
§ Formas de recordar a la persona fallecida (cuaderno de recuerdos, guardar algo que le perteneciera…)
§ Realizar actividades nuevas (apuntarse a algún club…)
§ Actividades de ocio o recreativas para el niño (salir a la calle, ir a jugar con amigos…)
§ Hacer ejercicio
§ Crear cosas o realizar actividades manuales creativas
§ Expresar sentimientos a las personas cercanas (decir a sus padres que los quiere, hablar con sus abuelos, con sus hermanos, con otros niños que estén en duelo…)
§ Crear un ambiente ordenado para tener un marco colocado donde sentir control (ordenar la habitación, mantener una vida “normal”…)

§ Avisar a un adulto ante señales de que el duelo no está siendo bien elaborado (si las notas bajan, si le cuesta jugar, si esta siempre triste…)




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Higinia Fernández Peña
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Preguntas y respuestas que podemos esperar de ellos

preguntas que se pueden esperar

Hay que estar preparado para responder muchas preguntas y repetir los mismo conceptos muchas veces, porque durante los días y semanas siguientes a una muerte puede que los niños hagan las mismas preguntas una y otra vez de formas ligeramente diferentes.
Si hay algo que el adulto responsable no pueda responder es mejor ser sincero y decir que no lo sabe, explicando que la muerte es un misterio y que no se sabe todo sobre ella, pero hay que procurar buscar a alguien que sí pueda dar esas respuestas al niño.

§ ¿Cuándo va a volver?
   Hay que dejar claro que eso no va a ocurrir, que el cuerpo de la persona fallecida ha dejado de funcionar y eso no es reversible. Por eso la gente está tan triste, porque está muerto para siempre.

§ ¿Cuántos años tienes?
   Edad y muerte están conectados en la mente de un niño, y además no calcula bien qué significa “ser viejo”. Para él, cualquier persona por encima de los veinte años, incluyendo sus padres, es muy vieja.
Hay que hacerle entender que el abuelo era tan viejo que era el doble de viejo que mamá y papá.

§ ¿Tú también te vas a morir?
   Hay que explicar que todo el mundo se muere en algún momento, y que a veces hay accidentes o la gente se pone tan enferma que deja de funcionar, pero que la mayoría de las personas no mueren hasta que son muy, muy, muy viejos.

§ ¿Por qué tuvo que morirse?
   Estaba muy enfermo, de una forma distinta a cuando se ponen enfermos en la familia. Su cuerpo no funcionaba bien, y no podía luchar contra la enfermedad porque no era lo suficientemente fuerte por no funcionar bien, así que no pudo curarse. Algunas cosas no se pueden arreglar.

§ ¿Lo hice yo?
   Nadie hace que otra persona se muera (si hablamos de una muerte natural). Todo el mundo tiene que morir algún día y la gente muere porque sus cuerpos dejan de funcionar.
Analizando lógicamente los hechos se explica que no hay nada que se pudiese hacer para evitar la muerte de la persona fallecida.


 respuestas esperables

§ Agotamiento
Algunos niños, mientras intentan concentrar sus energías en intentar superar el dolor, se encuentran con que tienen menos energía disponible para otras cosas. Otras reacciones habituales son dormir mucho, perder apetito y apatía.

§ Dependencia
El niño presenta una necesidad extrema de apoyo, que es parte del estado de desorganización que suele acompañar al dolor. Es una forma de pedir ayuda al entorno.

§ Sentimientos de irrealidad
En ocasiones parece que lo ocurrido es parte de la vida de otra persona, que no es real.

§ Pánico
Miedo a que otra cosa terrible vaya a suceder u otros tipos de miedos (a quedarse solo por la noche…), los sentimientos que acompañan una muerte pueden desbordar a un niño. Sentir que es algo pasajero mientras se adaptan y ajustan a la nueva situación, encontrar esperanza en el futuro ,es algo que necesitan en estos casos.

§ Preocupación por el difunto
El niño encuentra recuerdos del fallecido en muchos sitios, y algunos de ellos desarrollan conductas propias de esas personas que ya no están para sentirse identificados con ellas y tener sensación de control sobre el dolor.

§ Hiperactividad

§ Comportamiento destructivo
Algunos niños, al reprimir sus emociones de dolor ante una muerte, o siendo incapaces de manifestarlas oralmente, intentan expresarse de forma física.

§ Regresión
Volver a comportamientos de etapas previas del desarrollo (no comer solo, no vestirse solo, 
llorar al ir al colegio...)





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Higinia Fernández Peña
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domingo, 14 de diciembre de 2014

Tiempo para los hijos

Estos último días he visto o hablado en múltiples ocasiones (en muros del Facebook de amigos, en conversaciones de whatsapp, en persona...) de un vídeo que ha hecho Ikea para Navidad llamado "La otra carta". Para los que no lo hayáis visto, dejo aquí el enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=PiMMDQowYTU

Este vídeo muestra lo que muchos psicólogos llevamos tiempo diciendo: lo que más quieren los niños es tiempo con sus padres. 
Lo que más me asombra es que cuando hablo de este tema con la gente, en reuniones de amigos o de familia, todo el mundo está de acuerdo. Es más, en el propio vídeo se puede ver cómo los padres no parecen asombrados de recibir esa petición. Emocionados, sí, pero extrañados...definitivamente no. Incluso podemos ver que es algo que todos tienen claro en teoría y en lo que todos coinciden.

Y yo me pregunto...¿y entonces? Si todos nos sabemos la teoría, si nos parece algo lógico, algo bueno...¿por qué no lo hacemos? Ojo, que sé que esto no es así en todos los casos y que hay padres que dedican su tiempo libre a jugar con sus hijos, ver películas con ellos, llevarlos a museos e incluso de viaje. También entiendo que hay padres que no tienen tiempo libre REALMENTE. Porque hay padres que llegan tarde de trabajar y sólo tienen tiempo de bañarlos y cenar.

Pero incluso en esos casos siempre se pueden sacar 10 minutos para contar un cuento (o leerlo juntos si el niño ya es más mayor). Muchas veces el problema no es que no haya tiempo, sino que nosotros no lo hacemos, que vamos tan preocupados por mil cosas y tan limitados por los horarios, que siempre hay cosas más urgentes.
No niego que hay momentos en que es cierto que existen cosas urgentes, ni tampoco quiero decir que haya que estar con ellos todo el tiempo libre, porque también necesitan aprender a estar solos y a jugar solos. 

Sólo pretendo que nos planteemos si esos 30 minutos (al menos, estoy contando por lo bajo) que pasamos respondiendo whatsapps o viendo la TV o vídeos de youtube, revisando el Facebook, Twitter o Instagram o hablando por teléfono con amigos o familia son realmente tan urgentes y necesarios. 

Pensemos si realmente no tenemos tiempo o si se nos pasa en cosas sin darnos cuenta.




Espero que os ayude. Y ya sabéis, si tenéis alguna duda o comentario, no dudéis en escribir en el espacio de comentarios o al correo! psicologiacreciendo@gmail.com

Higinia Fernández Peña
www.psicologiacreciendo.com

domingo, 7 de diciembre de 2014

Comunicación del fallecimiento

quién
En principio, la noticia de un fallecimiento debería provenir de una persona emocionalmente próxima al niño, de modo que el entorno que lo rodee en ese momento sea lo más seguro posible. En caso de que estas figuras de seguridad del niño no se encuentren en situación de dar la noticia, sea porque son ellos quienes han fallecido o porque se encuentran abrumados emocionalmente, debería entrar en acción otra persona, un familiar responsable que constituya una figura significativa para el niño o, en su caso, un profesional (profesor o psicólogo).
En caso de que no sean los padres quienes hablen con el niño, se le debe dejar muy claro que si sus padres no están con él en ese momento es porque no pueden, y no porque no lo quieran o lo hayan abandonado.

cuándo
Una noticia crítica como es ésta, en cualquier caso, debería transmitirse inmediatamente. Una de las razones de esta directriz es que, cuanto más tiempo se deje pasar antes de comunicárselo al niño, mayores probabilidades hay de que se entere por amigos o personas ajenas, sin una correcta comunicación.

dónde
El lugar ideal para dar este tipo de noticia sería uno tranquilo, silenciosos, y lo más conocido posible para el niño. Todo lo que pueda proporcionar seguridad al niño es importante, ya que la noticia de una muerte es un acontecimiento que afecta emocionalmente y proporciona inseguridades, por lo que necesitan una estabilidad externa.

cómo
El contacto físico es otro de los factores importantes a la hora de comunicar el fallecimiento, pero hay que adecuarlo a la situación: las características del niño y quién está dando la noticia; porque puede que rechacen ese tipo de acercamiento de un extraño.

Evitar el uso de eufemismos a la hora de hablar del tema con los niños, notificar de forma clara lo que ha ocurrido, sin demasiados detalles ni formas abstractas, de forma que el niño lo pueda comprender.
Esto es importante sobre todo al principio de dar la noticia, porque los niños pueden estar tan afectados que les abrume el exceso de información o no sean capaces de hacer preguntas. Por ello es mejor dar la información más elemental y dejar la puerta abierta para que el niño pueda preguntar las dudas que le surjan más tarde.
Si tenemos en cuenta la forma literal de entender de un niño, decirle que su madre se ha ido a otro lugar, aparte de resultar amenazante y crear un sentimiento de abandono, puede proporcionar una esperanza de que si se ha ido, regrese.

Por ejemplo, en el caso de la muerte de un abuelo diríamos que el abuelo ha muerto, pasando a explicar (si fuese necesario) lo que significa “muerto”.
La forma de explicar lo que significa que una persona ha muerto sin usar ningún tipo de eufemismo remite a la parte fisiológica de la palabra, es decir, “muerto” significa que el cuerpo ha dejado de funcionar y ya no puede hacer ninguna de las cosas que solía.
La muerte surge del interior de la persona; el cuerpo sencillamente se desgasta y muere.
Ocurre porque el cuerpo es muy mayor (mucho más que mamá y papá) o se pone muy enfermo, enfermo de una forma diferente a cuando un miembro de la familia se pone enfermo regularmente (para evitar crear miedo a las enfermedades por asociación) y que termina por dejar de funcionar.

Desde el principio, se le debe hacer saber al niño que mostrar emociones está bien. Explicar que es un momento muy muy triste, y que todo el mundo está afectado y que muchas de esas personas llorarán, incluso mamá y papá. Eso se debe a que están tristes porque ya no van a ver más a esa persona porque murió y la echan de menos.
También se les debe explicar que muchas personas no muestran las emociones abiertamente cuando están afectados, pero que eso no significa que no quisieran a la persona muerta.
El mensaje es que llorar o expresar lo que siente de la forma en que él lo siente está bien y es normal.

Se le debe hacer saber que va a tener gente a su lado para ayudarle a enfrentarse a esa situación, que es libre de hablar sobre cómo se siente y que puede preguntar lo que necesite.
Al niño le debe quedar claro que no está solo, que sea quien sea el fallecido, él seguirá teniendo gente que lo quiere y va a cuidar de él, dándole además (si fuese posible) los detalles de lo que va a ocurrir en los días siguientes y dónde encaja él. Es decir, que una vez que el abuelo ha muerto lo van a enterrar dentro de un ataúd cerrado (para muchos niños es importante tener claro que al fallecido no le va a caer tierra encima), y habrá un funeral.
Programar los días siguientes le ahorra mucha ansiedad porque les da un marco de referencia para adaptarse a esta situación: saber dónde estarán sus padres, qué estarán haciendo, cuándo volverá y quién estará con él para llevarlo al colegio o traerlo, hacerle la merienda o acompañarlo en caso de que quiera participar en la ceremonia e ir al entierro.

Se debe indagar en las dudas o posibles sentimientos de culpa del niño y aclarar las preguntas que les surjan. Es mejor decir que no se sabe la razón de algo antes que mentir al niño, o decirle que en ese momento no se encuentra en condiciones de hablar de ese tema con él porque el adulto está triste o demasiado afectado en ese momento, pero que en cuanto pueda hablarán (sin posponerlo mucho), porque éste necesita una relación de confianza donde hablar del tema y aclarar sus miedos.
Hay que asegurarse de q el niño lo entiende todo, sin ser condescendientes.




Espero que os ayude. Y ya sabéis, si tenéis alguna duda o comentario, no dudéis en escribir en el espacio de comentarios o al correo! psicologiacreciendo@gmail.com

Higinia Fernández Peña
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La idea de muerte según las edades

 la muerte para el niño

El concepto de muerte, como todos, se establece en el niño a raíz de un aprendizaje y se desarrolla a lo largo de los distintos momentos de su vida. Para poder llegar a entender el concepto de muerte completamente hay que interiorizar:
-          Universalidad de la muerte: todos los seres vivos mueren
-          Irreversibilidad de la muerte: los fallecidos no regresan
-          No funcionalidad: el cuerpo deja de funcionar al morir
-          Causalidad: razones de la muerte

Ninguno de los estadios que se establece a continuación es un norma, puede que haya niños que estén en una etapa distinta a su edad, y depende de los padres el ajustar la comunicación a las características específicas de cada niño.


De dos a seis años
En esta etapa no se han adquirido completamente términos como tiempo y muerte. Por esta razón, los niños de esta edad no suelen considerar la muerte como algo definitivo, para ellos la muerte es algo reversible.

El pensamiento mágico es otra de las características que desempeñan un papel importante a esta edad, por lo que establecen formas de cambiar esa situación de forma mágica.
Estos niños se toman de forma literal las advertencias que los adultos les dan, cosa que no se suele tener en cuenta a la hora de hablar con el niño sobre una muerte. Puede que, si no se les aclaran ciertas cosas, el niño mantenga un sentimiento de culpa y no elabore correctamente el duelo.

Por ejemplo, una niña que está jugando a la pelota y recibe el mensaje de su abuela, molesta, de que pare ya porque va acabar matándola con el ruido; cuando la abuela fallece al poco tiempo, la niña establece que la muerte la ha causado ella.
Otro ejemplo sería el caso de un niño que escucha decir que el abuelo había muerto mientras dormía, “fue muy pacífico, se quedó dormido y murió”. Ese niño no querrá irse a dormir o quedarse dormido a partir de ese momento, porque tendrá miedo de no despertar, como el abuelo.


De seis a nueve años
Los niños entre seis y nueve años a menudo ven la muerte como algo violento que se presenta y se te lleva. En este estadio la muerte está personificada, por lo que en muchos casos, cuando oyen hablar de que alguien ha muerto preguntan quién lo ha matado.

A pesar de que los niños de este grupo de edad han empezado a entender la irreversibilidad de la muerte, a menudo mantienen parte del pensamiento mágico, sobrevalorando el poder de sus pensamientos y deseos.
Pueden aceptar que la muerte es algo definitivo y que alguien ha muerto, pero no aceptan que la muerte es algo que llega para todo el mundo.

Otra característica de estas edades es el miedo a que la muerte sea contagiosa, algo que se transmite incluso por una vía indirecta, como jugando con un niño al que se le ha muerto algún familiar.


De nueve a doce años
Conforme el niño crece desarrolla un agudo sentido de la moralidad, de lo que es una comportamiento bueno y uno malo. A menudo los niños consideran la muerte como un castigo por un mal comportamiento.

A esta edad se interesarán por los detalles biológicos de la muerte, y ya pueden procesar la mayor parte de la información que se le daría a un adulto.
Sin embargo, no por eso podemos suponer que un niño sabe las mismas cosas que un adulto, sobre todo si acaba de sufrir una pérdida.

También es ésta una época de creación de teorías, por lo que se puede escuchar de ellos que la muerte es una forma de eliminar gente para que haya sitio para los que han de nacer, por lo que pueden razonar que por cada muerte hay un nacimiento.

Los niños de este grupo de edad van más allá de preguntarse qué es la muerte. Para ellos la importancia de una muerte radica en los aspectos prácticos: si el estilo de vida seguirá siendo el mismo, quién lo llevará al colegio o le preparará la merienda, o quién ganará dinero para mantenerlos.


Adolescencia
En esta etapa, la mayor parte de los niños entenderán tan bien como los adultos lo que ocurre cuando una persona muere. 

La pubertad trae una nueva serie de cuestiones, puesto que observan de forma muy clara y en su propio cuerpo los signos del crecimiento o envejecimiento que hace posible la muerte.
En esta etapa ya no es necesario explicar la muerte como hemos ido viendo anteriormente, pero sí sigue siendo muy necesario permanecer cerca de ellos, para ayudarles a comprender sus emociones y manejarlas, enseñarles cómo actuar en estas crisis. Necesitan una orientación, comprensión, alguien con quien hablar.


En esta etapa pueden reaccionar a la muerte con sentimientos de culpabilidad, responsabilidad e ira: “Si hubiera…”, y seguramente adquieren una mayor conciencia de la vulnerabilidad de sus padres.




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Higinia Fernández Peña
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