Creo que el primer paso para hablar de reforzar y castigar es explicar a qué nos referimos con ello. Castigo es una palabra muy común que seguramente todos entendamos, pero refuerzo puede que no.
Tanto un refuerzo como un castigo son consecuencias de una acción o comportamiento, la diferencia es que el refuerzo es una consecuencia positiva, algo deseado, necesitado o que queremos; mientras que el castigo es una consecuencia negativa.
Hasta ahí todo parece sencillo, pero la verdad es que muchas veces se escucha la frase: "es que le dan igual los castigos" o "le regaño y sigue haciéndolo", y muchos padres cuando se habla de reforzar a sus hijos dicen que no creen que haya que premiarles por hacer lo que deben o que comprarles algo cada vez que se portan bien les puede llevar a la ruina.
Revisemos estas ideas:
Las conductas se asientan gracias al refuerzo. Los niños viven en el presente, no tiene consolidado el concepto de tiempo, y por ello no actúan por las mismas razones que los adultos. Que comer fruta sea bueno para la salud o que no lavarse los dientes pueda crearles una caries no les importa, porque no son cosas que vayan a pasar de inmediato, no son consecuencias visibles. Un niño repite una conducta por la consecuencias (positivas o negativas) que aparecen justo después.
Pensémoslo así: cuando un bebé señala el agua o dice agua, consigue lo que quería: agua. De esta forma, la siguiente vez que tenga sed volverá a señalar o a decir la palabra agua. O, cuando son más mayores, un niño al que se le felicita por poner la mesa es más probable que vuelva a ponerla al día siguiente.
Acción--> consecuencia positiva deseada = repetir esa acción.
Lo que conocemos por la TV o libros como refuerzo mediante puntos o premios, o economía de fichas, es una técnica psicológica que se usa para instaurar conductas que el niño no ha adquirido previamente o que le resulta complicado realizar. Necesita una serie de condiciones, y debe realizarla un profesional, porque si no se puede convertir simplemente en hacer las cosas para conseguir un premio y los niños no llegan a comportarse por iniciativa propia, sino que empiezan a esperar recompensas por todo.
Por eso, cuando los psicólogos hablamos de reforzar, no nos referimos en principio a dar cosas físicas o comprar juguetes, aunque puede que en ocasiones recomendemos hacerlo como parte de la terapia individual y personal porque lo veamos conveniente como inicio.
Lo potente que sea un reforzador depende de la persona, de sus gustos y deseos, pero para los niños en general, el reforzador más potente es el que llamamos reforzador social, es decir, halagos, cariño, atención...En el ejemplo que decíamos de poner la mesa, sería el decirle "¡Qué bonita te ha quedado la mesa!" si se ha preocupado de poner los cubiertos de alguna forma especial o poner un mantel bonito, o "¡Qué bien pones la mesa!", o "¡Qué alegría que hayas puesto la mesa para mamá/papá/comer juntos...!". Sentir que su acción es valorada o que ha puesto contentos a los padres es un motivador muy fuerte para un niño.
Revisemos estas ideas:
Las conductas se asientan gracias al refuerzo. Los niños viven en el presente, no tiene consolidado el concepto de tiempo, y por ello no actúan por las mismas razones que los adultos. Que comer fruta sea bueno para la salud o que no lavarse los dientes pueda crearles una caries no les importa, porque no son cosas que vayan a pasar de inmediato, no son consecuencias visibles. Un niño repite una conducta por la consecuencias (positivas o negativas) que aparecen justo después.
Pensémoslo así: cuando un bebé señala el agua o dice agua, consigue lo que quería: agua. De esta forma, la siguiente vez que tenga sed volverá a señalar o a decir la palabra agua. O, cuando son más mayores, un niño al que se le felicita por poner la mesa es más probable que vuelva a ponerla al día siguiente.
Acción--> consecuencia positiva deseada = repetir esa acción.
Lo que conocemos por la TV o libros como refuerzo mediante puntos o premios, o economía de fichas, es una técnica psicológica que se usa para instaurar conductas que el niño no ha adquirido previamente o que le resulta complicado realizar. Necesita una serie de condiciones, y debe realizarla un profesional, porque si no se puede convertir simplemente en hacer las cosas para conseguir un premio y los niños no llegan a comportarse por iniciativa propia, sino que empiezan a esperar recompensas por todo.
Lo potente que sea un reforzador depende de la persona, de sus gustos y deseos, pero para los niños en general, el reforzador más potente es el que llamamos reforzador social, es decir, halagos, cariño, atención...En el ejemplo que decíamos de poner la mesa, sería el decirle "¡Qué bonita te ha quedado la mesa!" si se ha preocupado de poner los cubiertos de alguna forma especial o poner un mantel bonito, o "¡Qué bien pones la mesa!", o "¡Qué alegría que hayas puesto la mesa para mamá/papá/comer juntos...!". Sentir que su acción es valorada o que ha puesto contentos a los padres es un motivador muy fuerte para un niño.
La atención de un padre es un tesoro para un hijo, sobre todo si los padres pasan mucho tiempo fuera de casa o hay varios hermanos con los que compartir esa atención. Precisamente por el poder que tiene, hay que tener mucho cuidado con cómo y cuándo la damos.
Lo que quiero decir es que muchas veces pensamos que estamos dando una respuesta negativa a un niño, ya sea regañando o llamándole la atención para que deje de hacer algo, y sin embargo no conseguimos lo que pretendíamos, lo que nos resulta incomprensible. ¿Cómo es posible que el niño repita una conducta cuando acabamos de pasarnos 10 minutos explicándole que no debe hacer eso? Pues precisamente porque le hemos dedicado 10 minutos a él exclusivamente, con lo que le hemos enseñado que la mejor forma de tener a mamá o a papá pendientes de él es portarse mal.
Aquí es donde entra en juego un tercer concepto: la EXTINCIÓN
De todo esto seguiremos hablando en la segunda parte.
Higinia Fernández Peña
www.psicologiacreciendo.com
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