Como vimos en la primera parte, la atención es un arma de doble filo. Entonces...¿qué hacemos?¿Cómo controlamos a un niño sin prestarle atención?
No se trata de ignorar las conductas inadecuadas, por supuesto, y por ello lo primero que deberíamos hacer es establecer con nuestra pareja qué normas de educación son las que queremos aplicar con nuestros hijos (sentarnos tranquilamente con papel y lápiz y decidir qué consideramos límites principales, llegar a un acuerdo que los dos estemos dispuestos a observar y cumplir). Porque esto sí es necesario: ambos progenitores, nuevas parejas de los padres o abuelos si cuidan de ellos...TODOS deben hacer cumplir las mismas normas para que los niños aprendan a aceptarlas y las cumplan.
Al principio lo mejor es empezar con unas pocas, sobre todo si los niños no están acostumbrados a los límites, porque pocas y bien es más fácil de asimilar para ellos y de manejar para nosotros. Ya habrá tiempo de añadir nuevas normas cuando las básicas se hayan asentado.
Una vez que hemos decidido las normas, hay que decidir también qué consecuencias va a haber si no se cumplen. Aquí hay que tener en cuenta tres cosas: los castigos deben ser adecuados a la edad y a la falta, personalizados (cosas que les importen) y deben ser inmediatos a la conducta, sobre todo cuando son pequeños. Deben poder asociar la conducta inadecuada a la consecuencia negativa para dejar de hacerlo. Si a un niño que no hace los deberes hoy se le castiga con no ir al parque el fin de semana, lo más probable es que al día siguiente no los haga tampoco, porque la consecuencia está muy lejos (no ha sufrido nada negativo) y total, de todas formas ya no hay parque el finde aunque se porte bien el resto de días.
Si dejamos claro que la norma es que no se ve la TV/ juega con videojuegos/juega con los padres/usa el móvil...hasta que no haya hecho los deberes, ya conoce la norma y la consecuencia, y sabe que si un día no hace los deberes, ese día no juega; pero a la vez le damos la posibilidad de que al día siguiente sí puede jugar si los hace.
Debemos intentar que la norma quede establecida de forma positiva: La tele se ve después de hacer los deberes o Los deberes se hacen antes de ver la tele en lugar de decirla en versión negativa: NO se ve la tele hasta que NO se hacen los deberes.
Debemos intentar que la norma quede establecida de forma positiva: La tele se ve después de hacer los deberes o Los deberes se hacen antes de ver la tele en lugar de decirla en versión negativa: NO se ve la tele hasta que NO se hacen los deberes.
Si una norma se dice en positivo es más fácil que se cumpla, porque se ve como regla y no como prohibición.
Los niños deben saber las normas y conocer qué consecuencias tiene no cumplirlas.
Puede que haya conductas que no nos parezcan adecuadas pero no entren dentro de las normas generales que hemos establecido, por lo que habrá que decidir en el momento qué consecuencia va a tener, pero en este caso, como el niño no está avisado de antemano de un posible castigo y puede que no sepa que su conducta no es adecuada, hay que advertir primero, diciendo lo que debe hacer o dejar de hacer y seguidamente lo que ocurrirá si no obedece. Por ejemplo: Si no terminas de comer no hay postre.
Una vez más, lo mejor es decir la frase en positivo, "empujando" al niño a hacer lo que buscamos, no amenazar para evitar lo que no queremos. En el ejemplo anterior, sería: Venga, que en cuanto termines te traigo las natillas/yogur/gelatina/fresas... De esta forma le recordamos lo que va a conseguir en vez de amenazar con que lo va a perder si no hace lo que queremos.
Las consecuencias se deben cumplir SIEMPRE, aunque estemos cansados, aunque ellos insistan...no es fácil, y muchas veces tenemos la tentación de ceder, pero debemos recordar que si cedemos una vez, sencillamente les estamos enseñando que para conseguir lo que quieren sólo tienen que insistir más tiempo o gritar más o llorar más alto.
Nunca cedemos, pero si lo hacemos será porque haya una razón, así que se le explica al niño que esa vez es una excepción y por qué lo es.
Último consejo, pero no por eso menos importante: no sólo extingamos o ignoremos las conductas que no nos gustan, sino que les prestemos atención cuando hagan cosas que nos gustan, cuando se portan bien, y que les digamos lo bien que lo hacen, lo contentos que nos pone eso que han hecho, lo mucho que nos gusta..
Recordemos educar en positivo, volvamos a ver las cosas que sí hacen bien, lo que nos gusta de nuestros hijos, en vez de focalizar tanto en lo que no hacen o hacen "mal".
Higinia Fernández Peña
www.psicologiacreciendo.com
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