Al revisar las entradas publicadas mientras pensaba en el próximo tema, me he dado cuenta de que poder dar indicaciones de una forma global es estupendo, porque ofrece la oportunidad de ayudar a más gente de una vez, aconsejar y guiar a padres que quizá sólo necesitan eso, una guía. Pero me ha asaltado la idea de que también es algo muy peligroso.
Siempre tuve claro que existe un riesgo cuando uno da pautas de forma general y no personalizada, ya que cada familia tiene una situación concreta y cada niño es único, pero la idea siempre ha sido que esas pautas sirvan para guiar un poco la actuación de los padres, unificar de forma práctica tantos consejos pedagógicos de libros que se contradicen y acercar la labor del psicólogo infantil, para aceptar la necesidad de ayuda profesional y pedirla si fuera el caso.
Pero ha sido hoy cuando he caído en la cuenta de otro peligro que no había visto antes: la idea que se pueden formar los padres sobre lo que "tienen" que ser y hacer.
Es cierto que todas estas pautas son las mismas que doy en terapia, y es cierto que les pido mucho a los padres cuando les pido que las cumplan, porque es un cambio para ellos y no son pautas fáciles de aceptar y cumplir, porque no son sólo pautas, son estilos de vida que hay que mantener 24 horas al día, 7 días a la semana, estén cansados, tristes, enfadados, les apetezca en ese momento o no.
Pero cuando la terapia es en persona no sólo doy pautas, sino que las adapto a la familia, a su situación y posibilidades, ya que en general no se puede implantar un comportamiento de forma drástica y en todos los aspectos, sino que se va incorporado poco a poco, de más fácil a más difícil: casi es como un juego por niveles, según se supera un nivel se pasa al siguiente y va subiendo la dificultad.
El otro aspecto que me preocupa de estas pautas virtuales es que en sesión se ofrece apoyo, porque sé lo difícil que es cumplir lo que les pido, y sobre todo, valoro lo que van consiguiendo. Una vez a la semana tienen la oportunidad de comentarme lo que han podido hacer, lo que no han sido capaces de aplicar, las razones de ello, los problemas con que se han encontrado, lo que les ha resultado fácil y difícil... Y yo readapto según lo que me cuentan, y ajusto sus expectativas: le doy el valor real a lo que han hecho, a su esfuerzo, que normalmente es lo que ningún padre ve. Les hago ver que hay que tener paciencia, que no se pueden flagelar por haber cedido un día que estaban cansados o les doy la caña que necesitan para seguir y les recuerdo la importancia de lo que hacen y la responsabilidad que tienen.
Está muy bien ser exigentes con vosotros mismos, querer ser lo mejor padres posible, porque criar un hijo es un compromiso enorme, pero creo que es importante decir que
Educar es un trabajo muy duro que no tiene vacaciones ni descansos, y es imposible hacerlo siempre todo bien. Los psicólogos estamos para apoyaros y ayudar en lo que podamos, así que usadnos, y si tenéis dudas o queréis que hablemos sobre algún tema concreto...no dudéis en preguntar o decírnoslo: dejando un comentario en el blog o escribiendo al correo psicologiacreciendo@gmail.com
Siempre tuve claro que existe un riesgo cuando uno da pautas de forma general y no personalizada, ya que cada familia tiene una situación concreta y cada niño es único, pero la idea siempre ha sido que esas pautas sirvan para guiar un poco la actuación de los padres, unificar de forma práctica tantos consejos pedagógicos de libros que se contradicen y acercar la labor del psicólogo infantil, para aceptar la necesidad de ayuda profesional y pedirla si fuera el caso.
Pero ha sido hoy cuando he caído en la cuenta de otro peligro que no había visto antes: la idea que se pueden formar los padres sobre lo que "tienen" que ser y hacer.
Es cierto que todas estas pautas son las mismas que doy en terapia, y es cierto que les pido mucho a los padres cuando les pido que las cumplan, porque es un cambio para ellos y no son pautas fáciles de aceptar y cumplir, porque no son sólo pautas, son estilos de vida que hay que mantener 24 horas al día, 7 días a la semana, estén cansados, tristes, enfadados, les apetezca en ese momento o no.
Pero cuando la terapia es en persona no sólo doy pautas, sino que las adapto a la familia, a su situación y posibilidades, ya que en general no se puede implantar un comportamiento de forma drástica y en todos los aspectos, sino que se va incorporado poco a poco, de más fácil a más difícil: casi es como un juego por niveles, según se supera un nivel se pasa al siguiente y va subiendo la dificultad.
El otro aspecto que me preocupa de estas pautas virtuales es que en sesión se ofrece apoyo, porque sé lo difícil que es cumplir lo que les pido, y sobre todo, valoro lo que van consiguiendo. Una vez a la semana tienen la oportunidad de comentarme lo que han podido hacer, lo que no han sido capaces de aplicar, las razones de ello, los problemas con que se han encontrado, lo que les ha resultado fácil y difícil... Y yo readapto según lo que me cuentan, y ajusto sus expectativas: le doy el valor real a lo que han hecho, a su esfuerzo, que normalmente es lo que ningún padre ve. Les hago ver que hay que tener paciencia, que no se pueden flagelar por haber cedido un día que estaban cansados o les doy la caña que necesitan para seguir y les recuerdo la importancia de lo que hacen y la responsabilidad que tienen.
Está muy bien ser exigentes con vosotros mismos, querer ser lo mejor padres posible, porque criar un hijo es un compromiso enorme, pero creo que es importante decir que
LOS PADRES PERFECTOS NO EXISTEN.
Recordad que sois personas, y que cometéis fallos, que lo importante es que cada día intentéis hacerlo lo mejor posible, y sobre todo, que si estáis leyendo este blog o cualquier otro es porque os importa ser buenos padres, porque buscáis información y ayuda para la gran tarea que se os ha dado. Ese deseo, ese interés, es lo importante, es lo que os lleva a convertiros en los padres "perfectos".
A veces conviene olvidarse por un momento de todo lo "malo" que hacen o de lo que no conseguís: Dadles cariño, queredlos mucho y pararos a pensar en todo lo bueno que tienen, en todo lo que os gusta de ellos y que es gracias a vosotros.
No olvidéis decirles a ellos esas cosas que os gustan.
Higinia Fernández Peña
www.psicologiacreciendo.com
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