Los límites no son sólo necesarios para aprender a manejar la frustración, sino que son parte importante en el desarrollo madurativo y de la personalidad.
A nadie le gusta sentirse limitado, pero sí nos gusta sentirnos seguros, ver que tenemos la posibilidad de probar cosas nuevas dentro de un marco controlado.
Durante el proceso de desarrollo, los niños necesitan un lugar seguro para crecer, un cerco limitado dentro del cual actuar y explorar. Igual que cuando son pequeños y empiezan a gatear, lo hacen siempre dentro de un radio en el que puedan ver a sus padres y volver en caso de amenaza, establecer los límites cuando van creciendo les da la seguridad para experimentar. Claro que esos límites se van ampliando y cambiando según la edad: un niño de 5 años no va a ir solo a comprar el pan, pero sí puede pedir la barra cuando vaya con su madre; pero un adolescente de 13 podrá ir solo a la tienda, pedir y pagar.
La mayor parte de los adolescentes refunfuñan, se quejan y lamentan de sus padres, de lo injustos que son, de las mil normas que tienen, de que no les dejan libertad…igual que hicimos nosotros a su edad y que han hecho y seguirán haciendo todos los adolescentes a lo largo de la historia. ¿Quién no ha dicho de sus padres que son injustos y poco comprensivos y crueles por hacerle volver a casa mucho antes que al resto de sus amigos? Sin embargo, esos mismos adolescentes son los que más queridos se sienten por sus padres (cosa que nunca admitirán frente a ellos, por supuesto).
Hay estudios que indican que los niños a los que no se les ha puesto límites a lo largo de su vida sienten que sus padres no se preocupan lo suficiente por ellos, que esa falta de límites equivale a una falta de interés.
Intentar romper esos límites y enfrentarse a los padres es una etapa muy importante en el crecimiento que se presenta en dos momentos del desarrollo: alrededor de los 4 años y en la adolescencia. Claro que la forma de enfrentamiento es diferente, pero la causa es la misma: el niño está forjando su personalidad como individuo independiente de sus padres y necesita sentirlo. Por eso en ambos casos aparece el NO como respuesta: en los adolescentes al hacer exactamente lo contrario de lo que sus padres le dicen, y en el niño pequeño de una forma mucho más directa, tanto con la cabeza como oralmente, en ese tiempo en el que su única respuesta sin razón alguna a todo es…NO.
Que ellos necesiten hacerlo no significa que debamos ceder, sino más bien al contrario: ya que ellos lo necesitan, debemos darles esos límites para que puedan tener algo a lo que enfrentarse, para que puedan atravesar esa etapa de desarrollo de la personalidad.
Los límites ayudan a criar niños más pacientes, más adaptados y preparados y más seguros de sí mismos. Debemos ver entonces los límites como aliados para la educación, como una inversión actual para prevenir problemas futuros.
Higinia Fernández Peña
www.psicologiacreciendo.com
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