Hemos de tener muy presente que el niño no es naturalmente responsable, ni altruista, ni controlado, ni constante, ni objetivo. Por eso necesita que se le enseñe a utilizar los propios controles. Acomodarse a la frustración, saber aceptarla y hacerle frente, es también de suma importancia de cara a posibles adicciones. Se ha demostrado que una característica primaria en los drogodependientes es precisamente la poca resistencia a la frustración. Algo parecido podría decirse de los alcohólicos.
La frustración es parte de la vida. No podemos evitarla, pero sí podemos aprender a manejarla y a superarla. Generalmente es en la infancia cuando aprendemos a tolerar la frustración.
Cuando un niño es muy pequeño, cree que el mundo gira alrededor de él. Piensa que se merece todo lo que quiere, en el momento en que lo quiere. No sabe esperar, porque no tiene el concepto de tiempo, ni la capacidad de pensar en los deseos y necesidades de los demás.
Piensa que sus deseos son necesidades, y esta confusión viene de las respuestas que ha obtenido hasta ese momento: el llanto del bebé ha sido muy útil para reclamar la atención de los padres para que le atendieran en ese momento, pero cuando crecen empiezan a “necesitar” otro tipo de cosas además de atención, comida, aseo, sueño…
Necesita/desea que estén con él todo el tiempo, necesita/desea que le den algo que ha visto y le ha gustado…. Y ahí es cuando lo padres debemos empezar a establecer la diferencia. No todo lo que pide el niño ha de ser satisfecho inmediatamente ni todo lo que se le antoja se le debe proporcionar al instante.
Por eso, cualquier límite o cualquier cosa que le niega, lo siente como algo injusto y terrible. No puede entender por qué no le dan lo que él desea. Se siente frustrado y despojado de lo que "necesita" en ese instante. No tiene las herramientas para eliminar, disminuir o tolerar su malestar.
Si los padres o las demás personas le damos siempre lo que pide inmediatamente, no aprende a "aguantar" la molestia que le provoca la espera o la negación de sus deseos y al llegar a la edad adulta, sigue sintiéndose mal ante cualquier límite o ante la necesidad de posponer una satisfacción. Siente que necesita eliminar inmediatamente dicho malestar. ¿Cómo? Haciendo lo más fácil o lo primero que se le ocurra, con tal de que se le pase la molestia o incomodidad. Piensa sólo en el bienestar de ahora, sin pensar en los resultados futuros.
La poca tolerancia a la frustración provoca que, ante cualquier incomodidad, nos desmotivemos y abandonemos nuestras metas y proyectos. Esto se puede ver fácilmente en los niños que no hacen los deberes, o que se niegan a estudiar. Ambas actividades son poco placenteras, y no le dejan hacer lo que verdaderamente quiero (ver la tele, jugar, salir con los amigos…), por lo que las abandona.
Higinia Fernández Peña
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